
El autor juega con la complicidad de Rodolfo Martínez y su serie sobre Sherlock, para, desde el prólogo sugerirnos el tópico literario del manuscrito encontrado. Se supone que Rodolfo Martínez pone sobre la pista a Rafael Marín de un olvidado manuscrito, que parece ser puño y letra de Arthur Conan Doyle. Emocionado ante el hallazgo, el narrador/escritor/protagonista dedica su tiempo a indagar lo que en un principio piensa que se trata de una novela perdida de Sherlock Holmes.
En realidad, es una especie de diario en el que se nos cuenta que fue el doctor Watson quien puso blanco sobre negro las aventuras del detective y que las firmó Conan Doyle, asegurando que el detective más famoso del mundo existió y no fue una mera figura de ficción. Lo más curioso es que quien rubrica la narración es un tal Charles Chaplin. Así comienza la novela que es la "traducción" del autor de los papeles hallados.
El protagonista es Charlie Chaplin, la historia está enfocada desde su punto de vista, del joven, aspirante a actor, que admira al detective y consigue grangearse su amistad. Charlie es el contrapunto humorístico, metiendo la pata en cada página y acertando en pocas ocasiones, dando lugar a divertidas situaciones, entre ellas, el comienzo del personaje de Charlot. También asistimos a la recreación del detective inmortal que Marín caracteriza de forma soberbia y que es más cercano y menos altivo, quizás, que su alter ego originario, pero que emplea los mismos métodos, la deducción, la ciencia, el disfraz, para resolver los misterios.
En la primera parte de la historia, Charlie, apenas es un chaval huérfano de padre, que cuida de su madre, enferma mental con la ayuda de su hermano mayor. Pronto, por una serie de acontecimientos, él y su hermano llegan a formar parte de los Irregulares de Baker Street, ayudando a Holmes en la vigilancia de sospechosos. Los trabajos para el genial detective se van incrementando y el joven Charlie ya es un experto en los barrios bajos de Londres. La primera aventura consiste en encontrar a un famoso poeta secuestrado en la que se verán implicados desde el afectado y pomposo Oscar Wilde hasta el siniestro mandarín Fu Man Chu.
En la segunda parte, han transcurrido una decena de años y Charlie es ya un muchacho hecho y derecho, que ha conseguido un papelito en una compañía de teatro de Londres. Metido de lleno en el mundo de la farándula, el problema surge cuando el actor americano que representaba a Sherlock Holmes en la función de aquella noche, no se presenta. Entonces los actores tienen que improvisar y un desconocido toma el lugar del actor desaparecido. Holmes lleva varios años apartado, lejos de Londres y de los casos. Sin embargo, debe volver a escena y aunar su ingenio al de un inmaduro Charlie para hallar al americano. En este pasaje veremos desfilar, entre otros a Aleister Crowley. Lo único que parece claro es que ciertas facciones no quieren bien a Sherlock Holmes.
La tercera y última parte enlaza de forma directa con la segunda, pero cambia el decorado, el autor traslada la acción del Londres victoriano a Berna. Holmes y Chaplin viajan hasta la ciudad suiza en busca de un eminente personaje, Albert Einstein. La acción les conducirá hasta Villa Diodati, lugar de la génesis de El Vampiro de Polidori, Frankenstein de Mary Shelley, en las jornadas que les reunieron junto con P.B. Shelley y Lord Byron. Esta última resuelve los cabos que quedaron sueltos en la segunda historia.
La novela cuenta con ritmo trepidante de ágil lectura. Si el lector entra en el artificio constante de verosimilitud que Rafael Marín nos propone, resulta una novela que se disfruta, con la longitud correcta, no le faltan ni le sobran páginas. Si además uno es aficionado a las historias de Arhur Conan Doyle, gozará con los cientos de guiños a las novelas originales, así como los numerosos referentes a la literatura inglesa y al cine.
Elemental, querido Chaplin resulta una novela de aventuras sencilla, en cuanto a su estructura, con tramas lineales que se van resolviendo, pero sin complicaciones; sin embargo, ambiciosa y divertida en relación a la historia que nos cuenta. En cuanto al estilo, la narrativa del autor es bastante trabajada, abusando en unas pocas escenas de las descripciones, pero que en nada desmerecen el alto nivel de escritura del conjunto.
Una novela que podría describirse como fantasía histórica, ucronía o historia alternativa, o de un género que se ha denominado pastiche holmesiano, pero lo más atractivo es lanzarnos la interesante cuestión que Sherlock Holmes fue un personaje real, a quien Watson y Arthur Conan Doyle, después, convirtieron en ficción literaria. ¿O no? Leedlo si queréis comprobarlo.
Está publicado en Ediciones Minotauro.
©2008 Alejandro Guardiola
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