Esteban González García, el tabernero de El Buen Pozo Sediento, me ha realizado una entrevista en la que conversamos de muchas cosas, comienza así:
Casi siempre que me he topado con personajes dignos de una buena novela en El Buen Pozo Sediento no ha sido cuando me visitaron renombrados magos, rectos paladines o esforzados caballeros. Las más de las veces, hombrecillos insignificantes, de apariencia común, escondían tras de sí una historia digna de una canción.
Rara vez me falla el ojo y de un simple vistazo separo el grano de la paja, el fanfarrón del sincero y el honesto del mangante. Incluso hay veces que no necesito ver a alguien para percibir malas intenciones o peligro en el ambiente.
Mas tarde supe que le llamaban Meliot, pero cuando entró a la posada era un sólo un desconocido que hizo el silencio en la sala, mientras una auténtica ventolera helada se colaba en el local. Era delgadito con el rostro sombreado por una incipiente barba de pocos días, cubierto por una manta de lana que había conocido mejores épocas, con una mirada fría y afilada. Nos observó a todos, sin dar un solo paso, desde la puerta. Debió de quedar satisfecho, pues se dirigió a la mesa del rincón y se sentó silencioso, a la espera.
Personajes como este no me los pierdo, así que arrebaté la bandeja a una camarera y me dispuse a atender yo mismo al recién llegado. Puso cara de disgusto, y lo entiendo, pues mis pechos no son ni generosos ni apetecibles como los de la moza que atendía al resto de parroquianos… pero se conformó.
Me mostró un arrugado papel con el dibujo de un rostro, en el que se ofrecía una jugosa recompensa por la captura del malhechor en cuestión.
-Me han dicho que estuvo por aquí.
Me costó reconocerle, pero finalmente caí en la cuenta. El trovador, el juglar que hacía poco nos visitó en la posada ¿dStrangis? Algo así se llamaba. Menudo pájaro.
Un peligroso tintineo bajo la manta me reveló que estaba ante un cazarrecompensas y que la desvalida figura que tenía ante mí no estaba desprotegida ni mucho menos.
Al final resultó un conversador interesante, que conocía mucho mundo y tenía muchas cosas que contar. Pero en toda la noche no me pude deshacer de la sensación de peligro inminente y cada vez que escondía la mano bajo la mesa me sobresaltaba temiendo que apareciera empuñando un acero duro y frío, como sus ojos.
Leéla entera en El Buen Pozo Sediento.
Gracias Esteban.
P.D.: En otra entrevista, esta vez a Paco Illán Vivas, menciona: tengo la obra completa o casi completa de escritores como Jerónimo Tristante, Elías Meana, David Mateo, José Ángel Muriel, David Prieto, Alejandro Guardiola, Lola López Mondéjar, José María López Conesa, Faustina Bermejo...
Leéla en Diario Druida.
Gracias Paco.
Rara vez me falla el ojo y de un simple vistazo separo el grano de la paja, el fanfarrón del sincero y el honesto del mangante. Incluso hay veces que no necesito ver a alguien para percibir malas intenciones o peligro en el ambiente.
Mas tarde supe que le llamaban Meliot, pero cuando entró a la posada era un sólo un desconocido que hizo el silencio en la sala, mientras una auténtica ventolera helada se colaba en el local. Era delgadito con el rostro sombreado por una incipiente barba de pocos días, cubierto por una manta de lana que había conocido mejores épocas, con una mirada fría y afilada. Nos observó a todos, sin dar un solo paso, desde la puerta. Debió de quedar satisfecho, pues se dirigió a la mesa del rincón y se sentó silencioso, a la espera.
Personajes como este no me los pierdo, así que arrebaté la bandeja a una camarera y me dispuse a atender yo mismo al recién llegado. Puso cara de disgusto, y lo entiendo, pues mis pechos no son ni generosos ni apetecibles como los de la moza que atendía al resto de parroquianos… pero se conformó.
Me mostró un arrugado papel con el dibujo de un rostro, en el que se ofrecía una jugosa recompensa por la captura del malhechor en cuestión.
-Me han dicho que estuvo por aquí.
Me costó reconocerle, pero finalmente caí en la cuenta. El trovador, el juglar que hacía poco nos visitó en la posada ¿dStrangis? Algo así se llamaba. Menudo pájaro.
Un peligroso tintineo bajo la manta me reveló que estaba ante un cazarrecompensas y que la desvalida figura que tenía ante mí no estaba desprotegida ni mucho menos.
Al final resultó un conversador interesante, que conocía mucho mundo y tenía muchas cosas que contar. Pero en toda la noche no me pude deshacer de la sensación de peligro inminente y cada vez que escondía la mano bajo la mesa me sobresaltaba temiendo que apareciera empuñando un acero duro y frío, como sus ojos.
Leéla entera en El Buen Pozo Sediento.
Gracias Esteban.
P.D.: En otra entrevista, esta vez a Paco Illán Vivas, menciona: tengo la obra completa o casi completa de escritores como Jerónimo Tristante, Elías Meana, David Mateo, José Ángel Muriel, David Prieto, Alejandro Guardiola, Lola López Mondéjar, José María López Conesa, Faustina Bermejo...
Leéla en Diario Druida.
Gracias Paco.
Comentarios
Me ha gustado mucho la entrevista que has mantenido con Esteban, y le he pedido permiso para añadirla a la relación de entrevistados en Hablando de libros.
Saludos.
Y José Luis, poco a poco, entre todos, espero que la gente vaya conciendo cada vez más el libro.
un abrazo!