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Reseña deTranscrepuscular de Emilio Bueso, en Fantasymundo

Emilio Bueso anunciaba en otoño de 2016 que publicaría una trilogía de ciencia ficción con Gigamesh, cuya primera parte “Transcrepuscular” estaba anunciada para 2017. Cabe recordar que Bueso es el autor de obras como “Diástole”, “Cenital”, “Esta noche arderá el cielo” (las tres publicadas en Salto de Página); “Extraños Eones” y “Ahora intenta dormir” (ambas publicadas en Valdemar). Por lo que el escritor ya cuenta con una trayectoria y un recorrido que hace su estilo y su voz literaria bastante reconocibles.

Portada de Transcrepuscular, de Emilio Bueso La premisa es una parte del planeta queda siempre en una zona de sombra (el Agujero del Mundo); la otra, vive en una solana permanente expuesto a la luz y el calor de su estrella (el Desierto del Mediodía). Y existe una zona intermedia en la que los humanos conviven con insectos gigantes y moluscos que mantienen relaciones de simbiosis con las personas.

Comienza cuando el Alguacil, montado en su libélula gigante, se lanza a la persecución de un intruso que ha robado un objeto valioso del palacio, este que usa una serpiente voladora de montura. El protagonista lo persigue hasta que no puede más, pues el ladrón se interna en el Abismo del mundo, la zona en sombra del planeta, en la práctica un desierto helado. El extraño se le escapa. El Alguacil junto al Astrólogo y a la Regidora son acusados como responsables del robo de la reliquia que debían proteger. Entonces empieza un demencial viaje con el Astrólogo y la Regidora para ir en busca de la reliquia perdida y del responsable de su robo, con el objeto de redimirse y demostrar su inocencia ante el pueblo.

En ese punto comienza el viaje, la quest de la fantasía épica, solo que “Transcrepuscular” no es fantasía, aunque tiene elementos de esta, ni es épica, aunque algunas escenas sí lo sean. El héroe y su viaje en búsqueda de su objetivo tampoco es tal, pues el protagonista se parece más al antihéroe que hemos visto en otras de sus novelas, como Jérôme en “Diástole” o Mac en “Esta noche arderá el cielo”. Sus acompañantes parecen unos completos secundarios al principio, pero a medida que transcurren las páginas van desarrollándose cada vez más, hasta convertirse en imprescindibles para la trama. Hay que destacar al personaje del Trapo, un curtido mercenario ciego que el trío contrata para les sirva de protección y que habla a través de una marioneta que lleva en una mano. Este mercenario y ventrílocuo termina por convertirse en todo un roba escenas.

Los tres personajes iniciales pertenecen a una civilización muy cerrada, en especial se ejemplifica en la religión del Alguacil, a quien su educación como monje guerrero le impide abrirse a nuevas realidades. Cuando las descubra, supondrá un enorme choque cultural para él. Entonces llegará a la conclusión de que su vida, que cuanto lo rodea es una mentira, un embuste de proporciones planetarias. Y decidir si, sabiendo lo que sabe, merece la pena continuar adelante. Porque las respuestas que busca solo conducen a nuevas preguntas. Pues sospecha que sus compañeros de viaje saben mucho más de lo que le quieren contar.

La lectura del libro resulta muy ágil, amena y que atrapa desde los primeros párrafos, debido tanto a la prosa de Bueso como a la brevedad de los capítulos, que invitan a continuar leyendo porque tienen un ritmo muy vivo que nunca se estanca.
Aunque tengamos un género con el que no se había atrevido antes, el resultado es magnífico. Por un lado, la parte literaria no creo que sea menos trabajada que en sus historias previas, con las características propias del autor: una prosa afilada e irreverente, directa, sin adornos, en la que no sobra ni falta nada; unos ejemplos de personajes en su peor momento vital, intentando salir adelante por cualquier medio a su alcance. Por otro, la construcción del mundo, el tan manoseado worldbuilding y la ambientación en la que transcurre el libro. Unido a ese sentido de la maravilla presente en cualquier lugar al que se mire de la novela: La civilización, las gentes, las costumbres, las diferentes culturas, las clases sociales, de la que el tamaño y el tipo de los caracoles y babosas son indicadores, helechos y hongos de un tamaño descomunal, los insectos gigantes que se utilizan en la vida diaria como animales domésticos, el ciempiés trasunto de una especie del tren Transiberiano o del Orient Express.

Pero no solo de eso vive el lector, para mí la mitología que crea es muy imaginativa, así como la relación simbiótica entre babosas o caracoles y humanos, que proporcionan defensa o curaciones mediante inyecciones en el organismo de diferentes drogas, además de actuar como sentidos aumentados del humano al que se encuentran unidos. Puestos a utilizar palabrejas molonas en inglés, creo que el concepto del “hombre habitado” es mindblowing o que te explota la cabeza, alucinante en resumen. Cada uno de esos términos están muy bien introducidos en la trama, sin que en ningún momento parezca que el autor nos esté soltando un infodump (mira otro palabro).

 Como siempre puedes leerla completa en Fantasymundo.

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