Marchando una de vapor, artilugios y autómatas:
“Bajo la linterna” de Héctor Gómez Herrero. Se trata de una ambientación distópica en un futuro en el que se ha tenido que reconstruir la ¿ciudad estado?, después de una catástrofe nuclear. Los supervivientes se mueven entre los edificios que se han construido sobre los restos de la antigua ciudad, comunicándose estos mediante pasarelas y puentes de cuerdas. El protagonista es una suerte de mecánico que sabe arreglar la tecnología que viene de la época antigua. Uno de los distritos está asentado sobre una mina de carbón que utilizan para proveerse de energía. Nos introducen en el funcionamiento de esta nueva sociedad, gobernada por una férrea burocracia y dividida en estancos distritos. Los habitantes soportan la severa mano de un gobierno invisible y viven oprimidos por ella. Por eso, atisbamos un intento de revolución, de subversión de lo establecido. Sin duda, uno de los relatos más imaginativos y originales de la antología. El autor consigue trasladar al lector esa sensación de agobio y angustia del mundo gris y postnuclear en el que se desarrolla la historia. Es indispensable mencionar “1984”, pero también para mí “La estación de la calle Perdido” de China Miéville como referentes de este cuento (de La factoría de ideas)
“¿Están ahí?” por Cristina Puig. La historia de ambientación más bien victoriana, nos cuenta cómo un hombre que ha perdido a su mujer pretende ponerse en contacto con su espíritu por medio de un artefacto con el que es posible comunicarse con los muertos. Este cuento no me terminó de convencer, no me pareció demasiado emocionante e incluso me aburrí un poco al leerlo debido a una narrativa poco interesante y repetitiva.
“Ácronos, antología steampunk vol. 2” (Tyrannosaurus Books) reúne la segunda convocatoria de relatos de temática steampunk, recopilados en este volumen, después del éxito del primero, de la misma editorial. Josué Ramos y Paulo César Ramírez han estado al cargo de la edición con una magnífica portada del artista Joe Day.
Pero, ¿qué es el steampunk? El prólogo de Pablo Begué sirve como una perfecta introducción a este subgénero o corriente, además de realizar un buen repaso de las obras encuadradas dentro del steampunk de autores españoles. Para quienes no sepan de qué trata esta palabreja, nació fruto de una broma sobre el término cyberpunk de la ciencia ficción. "Steampunk" fue acuñado por los denominados primeros autores de este subgénero en los años ochenta K.W. Jeter, James P. Blaylock y Tim Powers, pero que en lugar de representar un entorno futurista, estaría asentado en un supuesto siglo XIX alternativo en el que la Revolución Industrial habría alcanzado un desarrollo brutal y predominaría la tecnología basada en el carbón y las máquinas de vapor.
El primer relato de la antología pertenece a S.J. Chambers, autora invitada y una de las máximas exponentes de la corriente. En “La Venus de Great Neck” nos cuenta una historia centrada en un triángulo amoroso. Por un lado, nos encontramos al narrador de la historia Bill Moss, científico y al matrimonio Hollis. Él es micólogo y ella es artista. Moss y Eva Hollis han mantenido una relación desde hace tiempo. Pero han transcurrido unos doce años (en otra parte del texto pone veinte) sin que Moss supiera nada de los Hollis, pues éstos, han dejado de invitar a su grupo de amigos a las habituales fiestas que solían celebrar en su mansión. Cuando comienza el relato, Moss recibe una tarjeta firmada por Eva, en la que se le invita a un evento en casa de los Hollis. Y a partir de ese punto la cosa se complica. Tenemos uno de los elementos característicos del subgénero, que no es otro que los avances de la ciencia a cualquier precio. El cuento tiene más características que lo hacen más extraño, en el sentido de la palabra inglesa weird, que steampunk, pero como veremos en otros de los relatos, nos encontramos ante una selección poco convencional y muy original.
Pero, ¿qué es el steampunk? El prólogo de Pablo Begué sirve como una perfecta introducción a este subgénero o corriente, además de realizar un buen repaso de las obras encuadradas dentro del steampunk de autores españoles. Para quienes no sepan de qué trata esta palabreja, nació fruto de una broma sobre el término cyberpunk de la ciencia ficción. "Steampunk" fue acuñado por los denominados primeros autores de este subgénero en los años ochenta K.W. Jeter, James P. Blaylock y Tim Powers, pero que en lugar de representar un entorno futurista, estaría asentado en un supuesto siglo XIX alternativo en el que la Revolución Industrial habría alcanzado un desarrollo brutal y predominaría la tecnología basada en el carbón y las máquinas de vapor.
El primer relato de la antología pertenece a S.J. Chambers, autora invitada y una de las máximas exponentes de la corriente. En “La Venus de Great Neck” nos cuenta una historia centrada en un triángulo amoroso. Por un lado, nos encontramos al narrador de la historia Bill Moss, científico y al matrimonio Hollis. Él es micólogo y ella es artista. Moss y Eva Hollis han mantenido una relación desde hace tiempo. Pero han transcurrido unos doce años (en otra parte del texto pone veinte) sin que Moss supiera nada de los Hollis, pues éstos, han dejado de invitar a su grupo de amigos a las habituales fiestas que solían celebrar en su mansión. Cuando comienza el relato, Moss recibe una tarjeta firmada por Eva, en la que se le invita a un evento en casa de los Hollis. Y a partir de ese punto la cosa se complica. Tenemos uno de los elementos característicos del subgénero, que no es otro que los avances de la ciencia a cualquier precio. El cuento tiene más características que lo hacen más extraño, en el sentido de la palabra inglesa weird, que steampunk, pero como veremos en otros de los relatos, nos encontramos ante una selección poco convencional y muy original.
La siguiente historia es “Las hermosas Jaradalias” de Gloria T. Daudén.
Nos habla sobre dos hermanas gemelas que debido a las deformidades
provocadas por una mutación, de sus espaldas nacen una suerte de huesos
que se asemejan a alas. Jara y Dalia pertenecen a lo que hoy en día denominaríamos un freakshow, una suerte de circo de fenómenos extraños, en el que el Marqués lleva la voz cantante. Además del ambiente weird del cuento parecido a la serie Carnivàle,
existe una lucha por la libertad de las protagonistas que viven en una
esclavitud, porque el Marqués dispone de ellas a su antojo. El cuento
está repleto de situaciones grotescas y bizarras, de nuevo en el sentido
inglés de la palabra, y Gloria logra que una historia muy pequeñita, la
de las dos gemelas, nos emocione. Me recordó a un relato de Paolo Bacigalupi y no pueden negarse las referencias a Doctor Who.
“De cómo perdí la cabeza de mi padre”, de Eduardo Vaquerizo. El autor madrileño es ya un referente en cuanto al steampunk escrito en castellano gracias a su “Danza de Tinieblas”, reeditada recientemente por Sportula, junto a una segunda parte de la misma: “Memoria de Tinieblas”. El cuento podría definirse como una especie de space opera steampunk, si me permitís el palabro. En un combate de naves espaciales, la protagonista se da cuenta de que el ataque a su carguero ha sido una treta para robarle un artículo para ella indispensable. Se trata de una aventura con mucha acción y gran cantidad de jerga técnica muy bien introducida por el autor, pues la tecnología es casi un personaje más. Me llama la atención que el revólver autopropulsado que posee la protagonista pueda ser un trasunto del Villegas que porta Joannes Salamanca en “Danza de Tinieblas”. Una historia muy entretenida en la que no se da un solo respiro al lector y que plantea cuestiones interesantes. Me gustaría leer otra historia ambientada en este universo que nos propone Eduardo Vaquerizo.
“El silencio de Edith”, de Ángeles Mora. Nos plantea una historia clockpunk, es decir la variante del steampunk con artefactos, chismes y autómatas basados en mecanismos de relojería. En esta ocasión no conseguí conectar con el relato porque me recordó bastante a lo que se cuenta en “Las eternas” de Victoria Álvarez (ediciones Versátil). Así que no consiguió sorprenderme en el giro final del cuento, más por culpa mía, de mis lecturas previas, que por la narración misma.
“De cómo perdí la cabeza de mi padre”, de Eduardo Vaquerizo. El autor madrileño es ya un referente en cuanto al steampunk escrito en castellano gracias a su “Danza de Tinieblas”, reeditada recientemente por Sportula, junto a una segunda parte de la misma: “Memoria de Tinieblas”. El cuento podría definirse como una especie de space opera steampunk, si me permitís el palabro. En un combate de naves espaciales, la protagonista se da cuenta de que el ataque a su carguero ha sido una treta para robarle un artículo para ella indispensable. Se trata de una aventura con mucha acción y gran cantidad de jerga técnica muy bien introducida por el autor, pues la tecnología es casi un personaje más. Me llama la atención que el revólver autopropulsado que posee la protagonista pueda ser un trasunto del Villegas que porta Joannes Salamanca en “Danza de Tinieblas”. Una historia muy entretenida en la que no se da un solo respiro al lector y que plantea cuestiones interesantes. Me gustaría leer otra historia ambientada en este universo que nos propone Eduardo Vaquerizo.
“El silencio de Edith”, de Ángeles Mora. Nos plantea una historia clockpunk, es decir la variante del steampunk con artefactos, chismes y autómatas basados en mecanismos de relojería. En esta ocasión no conseguí conectar con el relato porque me recordó bastante a lo que se cuenta en “Las eternas” de Victoria Álvarez (ediciones Versátil). Así que no consiguió sorprenderme en el giro final del cuento, más por culpa mía, de mis lecturas previas, que por la narración misma.
“Bajo la linterna” de Héctor Gómez Herrero. Se trata de una ambientación distópica en un futuro en el que se ha tenido que reconstruir la ¿ciudad estado?, después de una catástrofe nuclear. Los supervivientes se mueven entre los edificios que se han construido sobre los restos de la antigua ciudad, comunicándose estos mediante pasarelas y puentes de cuerdas. El protagonista es una suerte de mecánico que sabe arreglar la tecnología que viene de la época antigua. Uno de los distritos está asentado sobre una mina de carbón que utilizan para proveerse de energía. Nos introducen en el funcionamiento de esta nueva sociedad, gobernada por una férrea burocracia y dividida en estancos distritos. Los habitantes soportan la severa mano de un gobierno invisible y viven oprimidos por ella. Por eso, atisbamos un intento de revolución, de subversión de lo establecido. Sin duda, uno de los relatos más imaginativos y originales de la antología. El autor consigue trasladar al lector esa sensación de agobio y angustia del mundo gris y postnuclear en el que se desarrolla la historia. Es indispensable mencionar “1984”, pero también para mí “La estación de la calle Perdido” de China Miéville como referentes de este cuento (de La factoría de ideas)
“¿Están ahí?” por Cristina Puig. La historia de ambientación más bien victoriana, nos cuenta cómo un hombre que ha perdido a su mujer pretende ponerse en contacto con su espíritu por medio de un artefacto con el que es posible comunicarse con los muertos. Este cuento no me terminó de convencer, no me pareció demasiado emocionante e incluso me aburrí un poco al leerlo debido a una narrativa poco interesante y repetitiva.
En “Disparos en la niebla”, Pedro Moscatel
nos narra la historia de una especie de cazarrecompensas en un futuro
cercano y que va matando a una serie de científicos. Esa es la impresión
que se nos da en un primer momento, en realidad, es una historia más
cercana a Tim Powers en su “Las Puertas de Anubis”,
pero el enfoque y el final resultan bien diferentes. Once de los doce
científicos más prominentes del planeta están siendo asesinados y en el
cuento se trata de descubrir quién es el ejecutor. Cuando lo hagamos,
nos daremos cuenta de que la historia no es como nos cuentan y que
existen otras realidades, quizás demasiado cercanas a la nuestra. Es
posible que dependa demasiado de este giro final, pero ese acercamiento
al punto culminante lo va haciendo de forma pausada y medida, por lo
tanto, consigue su efecto por completo. Otro ejemplo de que no está todo
escrito en cuanto al steampunk se refiere, y que está abierto a
múltiples posibilidades.
“Laya” de Josué Ramos. Un auténtico Spanish steampunk, con guardias civiles y todo. De hecho, hablaría de este cuento como de retro cyberpunk porque el autor nos introduce en una historia donde existen hombres con implantes y mejoras cibernéticas. El capitán Laya y Bruno, están enfrentados por un suceso ocurrido en el pasado y que ninguno de los dos puede olvidar, dando pie a un inevitable enfrentamiento. Quizás el único "pero" que se le puede atribuir a este relato, es que apenas se nos cuenta mucho de ese supuesto Imperio español. Josué se mueve muy bien en estas temáticas como ya ha demostrado en su novela “Lendaria” (de Dlorean ediciones) y “Laya” sirve de ejemplo de ello.
“Un residuo de humanidad” por Luis Carbajales. Una mujer viaja con un guarda mecanoide como protección. En este texto se incide bastante en la cuestión de cuánto queda de humano en un constructo que es casi en su totalidad un cíborg, si este ser, artificial en su mayor parte, puede albergar los mismos sentimientos y sensaciones que un ser humano. Por lo demás el cuento es una escena de acción, sí, muy bien orquestada y que transmite la vorágine y la adrenalina del momento, pero demasiado breve y con una ambientación escasa como para valorarlo en su justa medida.
“Jinetes de fuego” de Laura López Alfranca. Imaginad una Inglaterra victoriana en la que el deporte nacional no son las carreras de caballos, sino una especie de quidditch con dragones. El cuento nos habla de cómo viven los jinetes de esos dragones y el vínculo vitalicio que establecen con sus bestias. Los dragones y sus monturas se juntan en equipos, al igual en el fútbol (Chelsea, Arsenal) y combaten para robarle el tesoro al contrario. A mí me recordó en especial al cómic “Arrowsmith” de Kurt Busiek y Carlos Pacheco. Una vuelta de tuerca muy original al tema y a la ambientación steampunk, que quizá pierda un poco de fuerza hacia el final.
“Laya” de Josué Ramos. Un auténtico Spanish steampunk, con guardias civiles y todo. De hecho, hablaría de este cuento como de retro cyberpunk porque el autor nos introduce en una historia donde existen hombres con implantes y mejoras cibernéticas. El capitán Laya y Bruno, están enfrentados por un suceso ocurrido en el pasado y que ninguno de los dos puede olvidar, dando pie a un inevitable enfrentamiento. Quizás el único "pero" que se le puede atribuir a este relato, es que apenas se nos cuenta mucho de ese supuesto Imperio español. Josué se mueve muy bien en estas temáticas como ya ha demostrado en su novela “Lendaria” (de Dlorean ediciones) y “Laya” sirve de ejemplo de ello.
“Un residuo de humanidad” por Luis Carbajales. Una mujer viaja con un guarda mecanoide como protección. En este texto se incide bastante en la cuestión de cuánto queda de humano en un constructo que es casi en su totalidad un cíborg, si este ser, artificial en su mayor parte, puede albergar los mismos sentimientos y sensaciones que un ser humano. Por lo demás el cuento es una escena de acción, sí, muy bien orquestada y que transmite la vorágine y la adrenalina del momento, pero demasiado breve y con una ambientación escasa como para valorarlo en su justa medida.
“Jinetes de fuego” de Laura López Alfranca. Imaginad una Inglaterra victoriana en la que el deporte nacional no son las carreras de caballos, sino una especie de quidditch con dragones. El cuento nos habla de cómo viven los jinetes de esos dragones y el vínculo vitalicio que establecen con sus bestias. Los dragones y sus monturas se juntan en equipos, al igual en el fútbol (Chelsea, Arsenal) y combaten para robarle el tesoro al contrario. A mí me recordó en especial al cómic “Arrowsmith” de Kurt Busiek y Carlos Pacheco. Una vuelta de tuerca muy original al tema y a la ambientación steampunk, que quizá pierda un poco de fuerza hacia el final.
Puedes leerla completa en el siguiente enlace.
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