Os dejo este relato publicado en la web sobre eventos culturales en Zamora Expediciones . También el alma de Expediciones, Rubén y Teresa, editan una agenda cultural mensual a modo de fanzine.
Bloqueo de Escritor
No sé. Empezar otra vez cuando sé que lo he roto todo, cuando sé que soy culpable de mi desdicha…
Ella se fue. Siempre dijo que no sería capaz de dejarme.
La última vez que la toqué, la última vez que acaricié su suave cara, supe que no habría más. No más besos, no más abrazos, ni noches enteras haciendo el amor. Nadie podría volver a hacerme sentir lo mismo que mi bella Venus.
Es mi sentimiento de pérdida. Estoy sentado ante mi cuaderno, la pluma en una mano, en la otra el vaso de licor. Me encuentro desaliñado, sudoroso, barbado, hediendo a cualquier cosa menos a un ser humano.
¿Volverá? Tal vez. No puede vivir sin mí, por eso me miente, por eso la engaño. Porque nuestro amor no es posible siendo sinceros. Admitámoslo, es cierto. No hay nada más odioso que la verdad. La sinceridad que se supone en la lealtad del otro, pero se puede ser leal mintiendo. Yo la amo y en eso nunca he mentido, lo sabe. La quiero. La quiero de verdad, la quiero con toda mi alma o eso se supone que dicen mis ojos.
Recuerdo cuando me estrechaba contra su cuerpo y notaba su olor, fresco y apetecible. Entonces, nos amábamos como nunca lo habíamos hecho antes, con furia, con violencia, con necesidad, con desgarro, con dolor… y ése fue nuestro mejor momento y ambos éramos conscientes de ello.
Como lo somos de que es no posible que vivamos el uno sin el otro. Nos necesitamos tanto… nos anhelamos en un sentido físico, instintivo, primario, animal. No concibo mi existencia sin su compañía.
Mi pobre y frágil Venus, la dulce y delicada Venus. La bella y pícara Venus. La inocente e infantil Venus.
Esta mañana se ha marchado mi musa. Se fue, dejando atrás todas sus cosas. Me abandona con sus pertenencias con el fin de que su ausencia sea más dolorosa para mí. Estoy rodeado de ella, de sus suspiros, de su respiración, de su cuerpo, de su vida que fue la mía.
Aquí estoy, lamentándome de mis errores y embustes, llorando por sus caricias, gimiendo por sus sonrisas…
Se ha ido para siempre y me ha dejado con una montaña de cuartillas en blanco que no soy capaz de llenar sin ella.
Ella se fue. Siempre dijo que no sería capaz de dejarme.
La última vez que la toqué, la última vez que acaricié su suave cara, supe que no habría más. No más besos, no más abrazos, ni noches enteras haciendo el amor. Nadie podría volver a hacerme sentir lo mismo que mi bella Venus.
Es mi sentimiento de pérdida. Estoy sentado ante mi cuaderno, la pluma en una mano, en la otra el vaso de licor. Me encuentro desaliñado, sudoroso, barbado, hediendo a cualquier cosa menos a un ser humano.
¿Volverá? Tal vez. No puede vivir sin mí, por eso me miente, por eso la engaño. Porque nuestro amor no es posible siendo sinceros. Admitámoslo, es cierto. No hay nada más odioso que la verdad. La sinceridad que se supone en la lealtad del otro, pero se puede ser leal mintiendo. Yo la amo y en eso nunca he mentido, lo sabe. La quiero. La quiero de verdad, la quiero con toda mi alma o eso se supone que dicen mis ojos.
Recuerdo cuando me estrechaba contra su cuerpo y notaba su olor, fresco y apetecible. Entonces, nos amábamos como nunca lo habíamos hecho antes, con furia, con violencia, con necesidad, con desgarro, con dolor… y ése fue nuestro mejor momento y ambos éramos conscientes de ello.
Como lo somos de que es no posible que vivamos el uno sin el otro. Nos necesitamos tanto… nos anhelamos en un sentido físico, instintivo, primario, animal. No concibo mi existencia sin su compañía.
Mi pobre y frágil Venus, la dulce y delicada Venus. La bella y pícara Venus. La inocente e infantil Venus.
Esta mañana se ha marchado mi musa. Se fue, dejando atrás todas sus cosas. Me abandona con sus pertenencias con el fin de que su ausencia sea más dolorosa para mí. Estoy rodeado de ella, de sus suspiros, de su respiración, de su cuerpo, de su vida que fue la mía.
Aquí estoy, lamentándome de mis errores y embustes, llorando por sus caricias, gimiendo por sus sonrisas…
Se ha ido para siempre y me ha dejado con una montaña de cuartillas en blanco que no soy capaz de llenar sin ella.
©2006, Alejandro Guardiola
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